De nuevo os traigo una receta de mi tierrina. Los que me conocéis un poquito, sabéis que mi Asturias del alma me tira mucho, me tiran sus colores, su mar, sus montañas, su verde y como no, su gastronomía. lo que ya no me tira tanto es el mal tiempo que tenemos, pero todo no se puede tener... aunque ¡Un poquito más de sol! no nos vendría mal
Este fin de semana ha sido un no parar, el sábado estuve en Madrid en la fabulosa kedada que nos organizo Tito, (os he pegado un enlace por si queréis ver los blogs que fuimos). Esta vez no lleve la cámara, o mejor dicho, no me lleve a mi fotógrafo particular, así que no tengo fotos del evento, pero todos mis amigos blogueros ya están publicando sus resúmenes, así que os aconsejo que os paséis por sus blogs a echarles un vistazo.
Sólo deciros que como siempre, ¡me lo pase genial! y que conocer a gente tan maravillosa es lo mejor de andar por estos mundos.
Pues el sábado fue de ajetreo total, así que el domingo cuando me levanté, no me apetecía meterme en la cocina y nos fuimos a Cudillero.
Cudillero es un precioso pueblo de pescadores, yo diría que uno de los más bonitos de Asturias, aunque en esto como con los hijos, una no es objetiva.
Esta construido en las laderas de tres montes que rodean la ciudad. Un precioso pueblo de marineros en el que me encanta perderme por sus empinadas calles.
Me encanta ir a sus restaurantes donde se da buena cuenta de sus frescos pescados y mariscos. En esta ocasión paramos en el restaurante "El Pescador" que tiene fama de servir un delicioso arroz con bogavante
Si bien Cudillero es apreciada por su buen pescado (ya os he comentado que la merluza del pincho de aquí está de pecado), también tienen dulcerio del bueno y hoy os traigo uno de sus postres más típicos: los suspiros de Cudillero
Es una receta muy sencilla de preparar y con muy pocos ingredientes. Espero que os guste
Preparación
Lo primero que tendremos que hacer es tener la mantequilla a temperatura ambiente al menos 2 horas antes de preparar los suspiros.
En un bol ponemos la mantequilla cortada en dados. batimos con las varillas y vamos agregando poco a poco el azúcar. Debemos de batir la mezcla hasta que quede cremosa.
A continuación añadimos las claras sin batirlas. Cambiamos las varillas por una cuchara de madera y mezclamos, pero sin batir.
Poco a poco, vamos añadiendo el harina tamizandola y mezclándola con la cuchara. Al final, suele ser más cómodo acabar la masa con las manos.
Colocamos en la bandeja un papel de horno y vamos colocando pequeñas bolas de masa (aprox. del tamaño de una bola de ping pong) y las aplastamos ligeramente con la palma de la mano.
Introducimos en el horno precalentado a 170 º durante unos 20 minutos. No deben de quedar excesivamente dorados porque si no al enfriar, endurecen demasiado.
Según los sacamos del horno, con cuidado de no quemarnos, los rebozamos en azúcar. Se conservan mucho tiempo guardados en una lata.